
Este ejemplo puede extrapolarse a cualquier ámbito. Quién no ha pensado nunca que la comida le sabe mejor cuanta más hambre tenga o ha disfrutado más en la cama cuanto más pesado se le hubiera hecho el día.
Además la causa de nuestro sufrimiento puede ser en sí mismo causa de felicidad, por el mero hecho de su cese. Por ejemplo, mis clases de Derecho del Trabajo. Asistir a ellas supone un martirio por la materia en sí y por su docencia, pero, al acabar 10 minutos antes de lo previsto, por el simple hecho de que cese, la persona encargada de la docencia pasa de martirizarme a satisfacerme plenamente, en una milésima de segundo.

No existiría el bien si no hubiera mal . De aquí deducimos que para que haya personas buenas, es necesario que haya personas malas. Vaya ironía. De la misma forma que si no hay sufrimiento no hay placer, y si no hay generalidad, no hay exclusividad. Si todo el mundo tuviera todo lo que quisiera, nadie estaría satisfecho. Siempre se quiere tener algo que los demás no tienen. Es inherente al humano. Si todo el mundo tuviera un ferrari impresionante, dejaría de ser un artículo de lujo, se devaluaría e incluso no lo usaría nadie. Y no olvidemos que estamos hablando de exactamente el mismo coche que ahora miles de personas ansían.
Si todo el mundo fuera bueno y generoso, éstas características pasarían a ser habituales y no se valorarían.
Por ejemplo, sin ir mas lejos, la originalidad, es una virtud de ciertas personas. Va contra su propia definición (de "original") el hecho de que todo el mundo lo fuera. Cada una de las cosas que nos definen de forma específica tienen la cualidad de definirnos basándose en el hecho de que no todo el mundo es así, solamente una minoría. Y cuanto menos posean esa cualidad, mas definitoria será de nuestra personalidad.
Estoy mezclando el tema del orden y el caos con el de la Exclusividad pero es que en cierta parte están íntimamente ligados y como esto no es ningún trabajo para la facultad, me siento libre de escribir conjuntamente sobre las 2 cosas.
El cristianismo mismo, derivado de la cosmovisión de Platón sobre el bien y el mal, lo perfecto y lo imperfecto, acaba en definirnos nuestro destino entre el Cielo, y el Infierno, nosotros que nos encontramos en el punto medio. Hay gente buena, y gente mala y el día de nuestra muerte se conjugarán las buenas acciones y los pecados para finalmente determinar nuestro destino eterno. Orden y Caos.
Y es que los polos opuestos se atraen, se complementan, desde la física más pura a la realidad de la convivencia entre humanos. El caos necesita del orden para existir. Los humanos nos observamos y nos distinguimos los unos de los otros necesariamente y somos buenos y malos, avariciosos y generosos, nos distinguimos y cambiamos. El cambio, ese cambio, es el que estructura el universo. El orden y el caos rigen la existencia. La vida, y la muerte. La felicidad que tanto ansiamos, que obviamente solo se da por momentos e instantes. Nadie que esté leyendo ésto es capaz de de decir que nunca se ha sentido feliz, aunque sea por un mínimo instante. Se dice a menudo que para eso vivimos, pero la gente no comprende que la felicidad tiene su base en el CAMBIO, pues la felicidad eterna es por definición, imposible para el humano pues si fuéramos siempre felices no existiría el sufrimiento y por ende, tampoco la felicidad. Es como el ejemplo de la estancia en nuestra casa que supone felicidad tras el CAMBIO de estar en clase, pero que puede suponer sufrimiento o aburrimiento en otros casos en los que el cambio no existe o está orientado en sentido contrario. Por tanto, el objetivo del humano es aprovechar y conseguir cuantos más momentos felices mejor, sabiendo y teniendo en cuenta que siempre que existan esos momentos, va a haber también de sufrimiento y por desgracia, suelen ser éstos últimos los más comunes. Aun así la inmensa mayoría consideramos que merece la pena, es decir, que nuestra existencia tiene sentido. Y si nuestra existencia tiene sentido, sí merece la pena vivir, por eso, por esos momentos felices, tanto solos como acompañados por los nuestros. Y si aguantamos los embates de la vida y el sufrimiento es porque estamos seguros de que vendrá EL CAMBIO, de nuevo este término que tan hondamente tenemos en mente que seguro que sucederá. Por tanto, sin darnos cuenta, al asumir que merece la pena esperar y buscar esos momentos, asumimos que vendrán los malos y también damos por hecho que el cambio existe. Es por eso que es lo que rige y da sentido a nuestras vidas. El cambio.
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